jueves, 9 de diciembre de 2010

Haikús

I
Tres tarros llenos.
Tres seres moribundos;
elíxir santo.
II
La luna ahí,
en el charco de lluvia
mira a los ojos.
III
Luz que golpea.
En la mirada eterna
de un dios perdido.
IV
Culpa entre los hombres,
de manos sucias, rojas.
Santos al fin.
v
Pasa la luz
entre las hojas vivas;
penetra el sol.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Solamente.

No es que tenga que guardar reposo en los brazos de algún puto hueco de ese salón lleno de cosas útiles y una caja con ropa. Creo que no quiero hacer escenas de dolor en una esquina con las rodillas dobladas cubriéndome la cara. Ni tampoco escribiré una oda a la soledad; que, por alguna razón, siempre se pone de moda en  los diciembres fríos en los que toda la gente tiene algo de amor para dar. Tampoco siento esa fuerza que hace a algunos pararse frente al espejo y decir: “¿y si te mueres?... ¿por favor? (...)” creo que eso tiene mucho que ver con la televisión, la falta de racionalidad y  de visión propia del mundo  de tipos poco ocupados, o de tipos que estudiaban, estudian o estudiarán filosofía por que creen que esta los sacará de su penoso estado. No quiero hacer cosas de marca registrada, ni despedirme de alguien para siempre y llorar lamentando la decisión de no volver a ver su piel. No quiero irme lejos para cambiar de vida; ni ponerme a beber para olvidar, eso no funciona. Hay cosas que funcionan más a la hora de no querer estar; como empezar a dejar de hablar o mentir por mera necesidad. No quiero irme por el centro de la carretera con el sol en la espalda, cargando una bolsa pequeña que me durará toda la vida.
Yo nada más quiero hacer lo que hago siempre, pero solo.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Como el agua.


A mí sólo me queda un poco de desventura y cuatro gramos de peso en exceso. No le pido nada a nadie, excepto a quien tiene algo para mí; la paz de un hombre es suficiente y su voz siempre representa el filo enorme de mi conciencia afilada.

El amor me lo saco escribiendo; como los ojos, los cuervos, con el pico ¡qué sensación la de ese hueco de muerte! Esa que nos deja con  el alma clavada en el suelo; como los cabellos del pecho de un hombre derrotado.

Cada momento en el que me acribillan sus interminables miradas, las de todos, se me acumula en el pecho el desprecio; como anciano a los montes eternos.

El más puro fin de un beso siempre es el alma; si es que el beso es tan verdadero como la espuma delgada en el margen que divide las olas de la arena.

Hacer el amor con finura, con frialdad; como el vapor que se hace gota y se resbala lentamente por la ventana.

Y nadie toca la mano de otro, y nadie besa la boca de otro; como en el espejo que no tocas la mano de tu reflejo.

Y dar al arte lo que el hombre a la mujer en la cama; como las águilas viejas: valor para vivir.

El orden del espíritu con la fuerza del fuego; como dragón con las garras deteniendo al mundo.

El alma danzante y apasionada; como música de cuerdas sin sentido, abierta al mundo.

Inicio de las cosas sin movimiento, estático; como la roca que detiene el vacío espacio entre el cielo y la tierra.

La carga es mentira y es falsa; como tan falso el amor de los huesos a la piel; como mentira es la mirada del hombre a su futuro.

A mi sólo me queda una voz y un silencio;  como a los hombres que piden un cigarrillo antes de ser ejecutados.