lunes, 31 de enero de 2011

Reloj


Los relojes se detienen de vez en cuando
para que el sonido se junte con la luz;
como escena de knock out
se hace lento el mundo
y los sonidos se agudizan;  
a veces, los relojes, se detienen un poco.

Les gusta cambiar la escena:
para que los viejos se sientan un poquito jóvenes
y con alma vigorosa. 

El tic tac a veces se parece al latido
de un corazón de tortuga;
y a veces al de un hombre
en el momento orgásmico.

Las mujeres tienen un detonador en el vientre,
el tiempo de vida, ahí, es muy corto,
 se pone de rodillas, el hombre,
y puede comerse el mundo;
sabiendo que al final
ha de explotar el universo entero...
cuando el reloj llega a ceros.

Los relojes, a veces,
pueden significar la esperanza de vida de un hombre
y cuando se está feliz:
quizá también la esperanza de muerte,
hay gente que es tan sumamente feliz,
que espera en cualquier momento;
morirse porque no merece tanta dicha,
o por que daría su vida porque ese momento
le durara eternamente.

El reloj se detiene, de vez en cuando,
al terminar cada línea,
o al terminar un platillo,
o al comenzar cualquier cosa;
cualquier cosa, que al final,
detiene el reloj de vez en cuando.

lunes, 24 de enero de 2011

Rezo.


Dejas caer las gotitas de agua con sal… Y no se sabe que esperas, algo será necesariamente, algo que viene o que se va ocultando las piezas que le dan la vida. Palabras de viento o de papel, como juguetillos de un hombre sin ideas ni brillo. Ahí está, la más grande de todas las escuelas de todos los hombres escondida en un sótano de iglesia,  de convento o de casa. Fundada en una pila de libros de pasta delgada y hojas casi blancas, editoriales de sed.

Sánchez Dragó habla de Hermes trismegisto en la   televisión española,  dice lo que todos los que saben, aunque sea un poco, dicen.  Todo se pone de colores de pronto y se cambia de nuevo al negro. Todos nos ponemos nombre,  y cruzamos el océano para encontrar algo que nos diga que no somos lo que otros son, como los que se visten de azul para no hacerlo de negro, o los que se visten de negro para no ser ninguna otra cosa.

Se pierde la peculiaridad después entre todos esos que cruzan el océano en busca de detalles culturales. Ya todos son de oriente y/o de occidente,  algunos casi de los dos y todos juntos una misma bola de carne y masa encefálica pensando en postrimerías metafísicas, presentes igual de inciertos y momentáneos, y pasados como reencarnación o pasividad.  Ya después no queda más nada;  pieles, pecados, culpas y toda esa bola de cosas que comparten todos esos que se vacían en nimiedades.

Dejas caer las gotitas de agua con sal… y te recuestas al lado de tu templo, uno que ya te dio y le diste lo que más deseaban ambos, tu alabanza y su conocimiento, tu danza y su luz. Y puede ser que en la televisión española Dragó hable de Hermes Trismegisto mientras en México Niurka y Laura Bozo, se pelean por unos puntos de audiencia; puede ser que ni en oriente ni en occidente exista lo que se esconde en tus breves rezos  nocturnos, y que al final no son más que ese agudo instinto de hablar contigo mismo ocultándote en la imagen de un lejano hombre, al que le crees todo eso que dejó para ti; las pinturas y los textos, la pasión y las leyes.

Por que todo eso que se queda en un libro, en un pedazo de piel o de piedra más viejo que dios, no es más que eso que se supone que no necesitarías conocer, si pudieras por un segundo no solo rozar los callejones de tu templo, si no los que son dibujados por tus propias venas dentro de la piel infinita.

domingo, 23 de enero de 2011

Lamentable.

Descubrí hoy, que todo el que coexiste con la academia se baña de los mismos tonos y objetos. Incluso para los que el silencio les vale mucho; les es importante gritar cuando sienten que les han tomado la medida y la existencia inmediata. No es que alguna cosa de esas esté mal, es sólo que, cuando se supone que deberían actuar conforme a su lengua y sus libros viejos, prefieren actuar como eso que se supone no son. Me pasa a menudo, supongo que es algo que no se puede superar, ni siquiera por aquellos que dicen que  entienden que no todos entienden, incluso cuando eso no es más que un adorno que le da color a su estilo de vida; que a su vez ni entienden.
A las filosofías convencionales y a las alternativas (dicho sea de paso que se llaman como mejor le guste a quien se fanatice) les falta eso que se supone hace práctica la indagación en el misterio de las mismas, les falta algo mas activo, nada que ver con materialidad, les hace falta el alimento del alma.
Yo no me salvo de nada, no podría, pero en el caso de la academia, sólo soy un observador, como los qué ven los shows de magia y no se preguntan que truco utilizó el prestirigitador en turno. 

Lamentable lo de los filósofos, lamentable lo de cualquier tipo de filósofo... hay tantos.

jueves, 20 de enero de 2011

Fina Tela.


Cuando basta con cerrar los ojos y ocultar el mundo bajo una cortina rojiza que oscurece y  hace vulnerable a cualquiera, cuando los ojos no quieren ver para no sentirse vistos, cuando la paz de un hombre no es más que el tremendo sonido de lo que no se puede ver, de lo que se deja encerrado fuera. Muchas veces los ojos piden esa oscuridad; como si el alma quisiera estar sola, como si la luz le opacara su brillo.  Debe haber un momento, en el que  este espíritu crudo, se abrace de su almohada pidiendo por una vez; una  gota de sueño, que resbale en sus labios resecos.

No es, como la pureza de un soneto, un dibujo de una mano formando en el viento el cielo de los hombres, algún cielo; el que fuera suficiente para esconder en el vientre la solemne justicia de los inquietos románticos, de los inquietos de Sabines. Es un hombro eclipsando al sol a medias, eclipsando las cortinas, eclipsando  las lámparas de cualquier callejón del centro, del centro de cualquier ciudad.  

Nos queda un beso de vez en cuando, como una mancha de pureza en la fina tela de una vida de esquinas y vueltas, de trampas. Un charquito que se acomoda en  cualquier hueco; como las enredaderas en las cercas y los árboles.  No somos parte de algo en lo que se supone combinamos a la perfección ¿para que hablar del alma entonces? No se miente al alma con los ojos cerrados, pero el alma nos miente con la pura sustancia de la inconciencia. No es que seamos alma, o que el alma nos mire hacia adentro, o que cerremos los ojos para no ver más que lo de adentro. Es quizá; que en el oscuro rincón de la pesadilla de lo que nos queda fuera, los ojos de algún otro, tonto, ciego y torpe como todos, no deje al alma respirar mientras su cuerpo exhala la vida para morir.

Supongo que también hay árboles  a los que sus troncos se les mueren de adentro hacia fuera.

miércoles, 19 de enero de 2011

A ver mago.

A ver filósofo haz filosofía,
no te escondas en los sellos de dios;
que ese tuyo se describe en poesía
pero no lo haces ni en acto ni en voz.

¿Qué no has comprendido en la luz del día,
qué dura un haikú en un grano de arroz?
Pero esclavo en corazón de abadía
¿Cómo quieres, mago, ser semidios?

Guárdate entonces la fe de ironía,
que de tantos males te digo dos:
uno, que seguro esta no es tu vía.

Dos, que en tu angustia percibo la tos
de un viejo que extraña cuando dormía,
y esa tos le ha dejado ya sin voz.


Nada como la juguetería y los cajones desastre.

martes, 18 de enero de 2011

¿Qué vale?

Unos ojos que vibran al compás de las palabras de otro,
el tronar de un vaso en una mesa de caoba,
una población encerrada en un corazón
que palpita más que cualquiera,
una mentira escrita o dicha de mala manera,
una pose, una sonrisa, una mano, dios, la virgen,
un mito, una deidad oculta en dibujos en piedra,
un poema, un intento de poesía, una pintura,
un dibujo, una carta, una voz, cualquier voz.
Regresar  los ojos al pasar la calle,  
recordar el olor de un cabello,
caminar en el sitio que sea,
abrazar a tu madre, a tu hijo, a un amigo,
a una mujer, a la más hermosa, a la más simple,
a la que más brilla, a la que se ama, a la que se amó,
a la que se olvidó ya. Ya muchas veces.
Salir de noche a ver la luna  y nada más,
ver un rostro en el blanco círculo perfecto,
olvidar el triste vicio en el rozar de una ventisca,
cerrar los ojos en un cuarto iluminado por arte,
ser arte en un cuarto que iluminas.
Perderte en el huequito de dios,
encontrar un rio en la nada,
dormir al lado de quien sea,
mover las manos bajo la falda
o poner el alma en un gemido.
Las pequeñas cosas como  dicen en la tele,
los amaneceres y los atardeceres,
el futbol con los de al lado,
la medida de una cintura o del par de bíceps,
la distancia entre la cabeza y el cielo,
una fotografía de una obra natural,
la paz de las noches al terminar el día.
Nada de esto, ni siquiera un poema,
esos que ya cualquiera escribe,
que nadie los cree desde aquel día;
en el que se volvieron obras sin sentido,
obras de papel y tinta,
como la música,
el deporte y los bailes de salón.
La mirada triste de una niña,
el ojo ciego de un pordiosero,
o la miseria tan excesivamente cruel y matadora
de lo que se ve en el centro de cualquier reflejo,
que da la verdad vaciada en una vista invertida.
¿Qué vale? ¿Acaso  no cualquier cosa que deviene?