sábado, 23 de julio de 2011

Termina, se acaba.

Todo termina, en las mañanas de sol o en las tardes frías de los veranos falsos; todo tiene ciertas fracturas, no finales. Las cosas que aparentemente se terminan se esconden a sí mismas su imagen o se dispersan en recipientes lejanos entre sí. Hoy que termina alguna cosa se forma en otro lado como consuelo del sentimiento que perdura en los corazones luego de alguna muerte, de alguna despedida, de algún desenlace. El desencanto no es mayor que el recuerdo, pero sí dura más que el amor o el odio, o cualquier otro sentimiento perecedero, intermitente, renovable. Los finales son románticamente fundamentales, son la piedra brillante en el anillo del sabio; y hay tan pocos sabios y finales que los fundamentos parecen pasado muerto.


Más que caminar no hay, la única opción en estos días es recorrer al sendero de los que no vuelven, de los que son, si no olvidados, liberados, desterrados o descarnados. Toca esconderse, aún más; toca ver, pensar en otra cosa y respirar sin prisa, hacer de la brisa una serpiente que rodea el ambiente, el suelo, los ojos, la paz de la inhalación. Mirar atrás es desvanecer como los golpes de viento a las montañas de sal un pecado que el dios no ha de soportar.

Las cosas que se terminan no son ajenas al comienzo. Este comienzo no es muy diferente a la nada y la nada no es, siquiera, mínimamente distinta al final.

¿No son todas estas un espectro de la fe que cabe entre los dedos de cada hombre?

Se acaba, se acabó, comienza, comenzó sin mensaje poético.

lunes, 4 de julio de 2011

Soneto a alguna Paulina para poder donar sangre.

Que mi sangre no sirve para donar, que la hemoglobina la tengo baja y me falta hierro.
Estás amarillo, come bien,  eres  muy joven para estar así, me dijo el médico,  yo asentí porque no discuto con la gente que sabe poco.
 Debo comer mejor, bajar de peso, correr por las mañanas y dejar el cigarro. Qué no es bueno fumar después de comer, que mata las proteínas del alimento, qué importan las proteínas si se siente bien. 
Debo levantar el ánimo  y escribir cosas agradables,  felices, contar mentiras,  conseguirme una novia o recuperar alguna que haya tenido, hacer más deporte, olvidar el sabor y ver el contenido,   dejar de leer lo que leo   –dejar de ser yo-
El problema no es con mi sangre ni con mi alimentación, el problema es el corazón; es muy flojo, no palpita bien, no bombea lo suficiente, no aprende a amar y últimamente no siente por mera hueva.
 ¡Es muy flojo! Tan flojo que manda la sangre por partes y desnutrida,  por eso es que mis muestras salen defectuosas y no  puedo donar aunque quisiera.
Seguiré las indicaciones del médico y escribiré cosas agradables, escribiré, entonces,  un soneto a alguna Paulina.

Pero en verdad que es bonita Paulina,
seguro no sabe que su sonrisa
iguala a su silueta en la cortina
justo cuando se quita la camisa.

No le digo nada, no la conozco
como  el mosco que le pica las piernas;
mientras duerme sus noches  me  amanezco,
sin pensarla, recorriendo cantinas.

No la pienso porque no sé quién es, 
ni sé de su cabello el color nuez,
si se lo peina o no lo necesita.

Y ella no sabe que alguien le incrimina
un soneto que no pide una cita.
Pero en verdad que bonita es paulina.