miércoles, 28 de marzo de 2012

Las Nuevas Luces.


Las nuevas luces de esta calle le dan un tono  tétrico al lugar, son casi blancas o azules.  Recuerdo la poca luz de antes,  las noches eran relativamente secas y deformes, la noche debe ser oscura,  con luz tenue si es que existe alguna;  aquella luz de antes hacía las noches amarillas y falsas. Llegar de noche ahora es notar todo lo que perdí antes. Julián recargado en el poste, fumando,  escribiendo canciones en su cabeza para la chica que le hace pensar en eternidades, se acomoda el cabello de lado a cada segundo y sueña despierto memorias de hace apenas unos minutos.  En la ventana anterior al poste puede presentirse a Omar escribiéndole rimas a las mujeres que le han dejado, soñando con grabarlas en rap o por lo menos con transmitir el sentimiento que él cree tener en su corazón de espuma.  
Seguir caminando en esa calle hasta mi casa es una silenciosa calma,  la luz se va acabando al llegar a la puerta. Mi casa siempre ha sido oscura, sin lámparas afuera, los arboles cubren el frente y la enredadera limita la vista que podría colarse por los huecos de la barda. Parece una mancha en el cuadro, parece una nube  negra y, al entrar, parece una cueva y no a una casa.  Ya dentro es una cosa común, silenciosa como todo hogar oscuro. Javier dormido  soñando con la que se le escapó de la vida sin razón aparente, creyendo en todo lo que puede, mientras duerme, para verla a los ojos una vez más.
Me siento  y enciendo el ordenador mientras veo como se pasea una araña por el borde de la pantalla, ni siquiera me asusta, no digo, ni siento, ni pienso nada.  La hoja inmaterial se queda en blanco por unos minutos,  y me encuentro un cigarro doblado en la bolsa, lo enderezo y  salgo a la calle a fumarlo; veo las luces y pienso que  el lugar se pone tétrico con ese tono.  Dejo el cigarro a medias, lo tiro. Regreso a la silla y comienzo a escribir sobre las luces y la noche tenue.  Paro enseguida y aún luego de las teclas se oye el reloj marcando un tiempo que desconozco, el sonido del reloj es el corazón de la casa, late más que el mío pero seguro no siente tanto. Me salgo de nuevo para no escucharlo y comienzan a sonar los carros a lo lejos; cuento quince, ninguno se dirige a mí y no los culpo no hay nada acá y me escondo de ellos. Veo las luces, la calle vacía y sonrío, me agrada la noche como es ahora...Regreso, me siento de nuevo, me entristecen las imágenes  de la pared  y me doy cuenta de pronto: todo cambia de perspectiva luego de que miras a los ojos al cielo y le besas el alma como nadando en mar. 

2 comentarios:

Consolation Des Arts dijo...

Luces nuevas, solamente eso... lo demás, siempre igual...Saludos Príncipe Vanidad, aunque ahora ya dudo de ese título...buscaré otro, algo más melancólico...

David Navarro dijo...

Espero también sea bueno como éste con el que me bautizaste. Pero debes notar que hay algo de vanidad por ahí entre esa melancolía que ves...
Un Saludo!