sábado, 23 de julio de 2011

Termina, se acaba.

Todo termina, en las mañanas de sol o en las tardes frías de los veranos falsos; todo tiene ciertas fracturas, no finales. Las cosas que aparentemente se terminan se esconden a sí mismas su imagen o se dispersan en recipientes lejanos entre sí. Hoy que termina alguna cosa se forma en otro lado como consuelo del sentimiento que perdura en los corazones luego de alguna muerte, de alguna despedida, de algún desenlace. El desencanto no es mayor que el recuerdo, pero sí dura más que el amor o el odio, o cualquier otro sentimiento perecedero, intermitente, renovable. Los finales son románticamente fundamentales, son la piedra brillante en el anillo del sabio; y hay tan pocos sabios y finales que los fundamentos parecen pasado muerto.


Más que caminar no hay, la única opción en estos días es recorrer al sendero de los que no vuelven, de los que son, si no olvidados, liberados, desterrados o descarnados. Toca esconderse, aún más; toca ver, pensar en otra cosa y respirar sin prisa, hacer de la brisa una serpiente que rodea el ambiente, el suelo, los ojos, la paz de la inhalación. Mirar atrás es desvanecer como los golpes de viento a las montañas de sal un pecado que el dios no ha de soportar.

Las cosas que se terminan no son ajenas al comienzo. Este comienzo no es muy diferente a la nada y la nada no es, siquiera, mínimamente distinta al final.

¿No son todas estas un espectro de la fe que cabe entre los dedos de cada hombre?

Se acaba, se acabó, comienza, comenzó sin mensaje poético.

1 comentario:

Consolation Des Arts dijo...

FIN...tal vez me asuste más esa palabra que cualquier terrible criatura (mitológica, por supuesto)...después del final, vacío...después de leerlo, apareció una palabra en mi mente: "desolación"....
Saludos!