Luego del fuego, hasta la miel encierra el macrocosmos.

Busqué un aspecto negativo, lo busqué de verdad, le puse atención a las ondas que emanaban tu entrada primera, captaba algo, no sé qué significaba; paso minutos mirándola, imaginándola distinta, imaginándola mía, totalmente de un cosmos abrazado por los instantes que mi cuerpo permite.
Incluso miro de ti, el cuerpo que no me ve, tu contravisón no explicita en lo racional; la parte más visiblemente oscura de tu mundo ocultándome lo más claro de tu ser, absolutamente libre y simple. Luego, alguien me pregunta sobre un poema, ¿qué es la poesía sino un montón de adjetivos que buscan lo que lo coloquial no alcanza por mera cuestión de academia y racionalidad obligada?
La verdad es sumamente subjetiva cuando se trata de lo que no es indispensable; como esto, que podría vivir sin el y sin tu mundo. Pero es algo superior, aunque no superior a mí por ser, a diferencia de mí, perfecta. Exquisitamente trazada por el dios que provee la naturaleza de sí mismo.
¿Cuántas zancadas me faltan para acercarme a la iluminación profana? A la iluminación perfecta que has de producirme.
Sin duda esta botella falsa, no me dará eso que tú podrías… toda divinidad necesita de algo como tú para serlo. Todo lo como tu; necesita prestarse a la divinidad para completarla.
Luego; percibo una quietud oculta dentro de una pequeña coraza de templanza y silencio ¿Por qué esa cortina oscura cubriéndote el alma y su percepción? He preferido que te mientes al saberte para lo astral, para lo cósmico.
Quizá tu estado no te permite entender la divinidad que te ofrece mi necesitado mundo, mi incompleto centro, mi divinidad trabada.
Las siete penas católicas me causan la tristeza más honda y simple. Hueca. Las siete las ostento en este preciso momento y me divierte lo superficial de su percepción… hay otras siete mejores y profundas. Pero por ahora ambas son inútiles… importa tu evacuación existencial que de repente no es nada… y como nada, me supera, aunque no sea divina… Le falto.
Le falto como sustancia no corpórea; mi mentalidad no alcanza la palabra correcta… mi mente es retrograda, muy humana, muy existencial, muy diaria.
Cuando el pensador piensa, necesariamente se olvida de lo natural… cuando lo más natural es pensar, lo más natural es existir, es iluminarse con la luz del barbado que nos representa; a tu cosmos y mi fuerza, a mi polo y a tu base.
La sabiduría no consta de mi fuerza o de tu energía, sino de ambas en un mismo punto unidas con lo que les pertenece a ambas: el universo, el punto inicial, la basura cósmica, los vientos óndicos y la veracidad del fractal y su reciprocidad con la conciencia, que quizá en ti esté dormida y muerta; si es que alguna vez existió como vida, como esencia intacta por la banalidad de lo conocido por lo ordinario.
Luego de todo, que es nada…
Te descubro, eres nada, eres perfecta.