domingo, 20 de marzo de 2011

Despertamos.

Después de que se va la esperanza de un hombre respecto al instante más sombrío de todos, se aparece la razón de la existencia como un pedazo de terreno que nos da una nada tan exuberantemente física. El hombre, la mujer, y el espacio que existe entre ambos es la inocencia del contacto que se prohíbe por mera naturalidad; del modo que sea, se supone, que estamos viendo el instante de un arrepentimiento, como sentir la culpa de un sudorcillo sin pasión ni razón; como golpe de sonrisa acomodada con esfuerzo en el rostro de alguna, alguna que te contesta con una mirada sin respuesta.

La soledad que se siente por las mañanas, luego de estar tan absolutamente acompañado, la disfrazo de una pena minúscula pintada en el entrecejo; la visión del rededor se escurre mientras se desparrama la mirada a medias  del descorazonado hombre que se cuelga el palpitar de otros en un bolsillo o en un bocado que se atora en la garganta o en la boca del estómago. Como trago de licor barato pero suave; el instante se pasa pronto y a lo amargo se le encuentra el placer en la costumbre.  Aún cuando el licor se asemeja mucho al más de los fieles amigos, nada se compara con la hermandad que muestra cualquiera que puede compartir el trago con los otros, con cualquiera, conmigo y con ustedes los de afuera del monitor.  La comezón en la nuca y la desesperación que me hace tallarme la nariz una y otra vez se desvanece cada 20 minutos, cada 15 ó 10, y significa lo mismo que cualquier otra cosa que se preste para ser quienes queramos ser; el imbécil, la amargada, el tristón, la fumadora, el pacifista, la envenenada, la emocional, el insecto, el dormido, el embriagado de la vida, el insatisfecho, la mancha de licor en el suelo, la imagen de la virgen en el santiamén de los tiempos remotos, la escuadra que dibuja la línea recta entre un paso y el otro, la caída o muerte de la estocada torera, matador de peso incesante, gota de sudor que cae desde la punta de la nariz a otra nariz.

Y puedo caminar entre la multitud que te ve como extraño y te muere como extraño, pero no se podría nunca sobrepasar la sobriedad de un momento deslucido bajo el sol de la mañana gris en la que estamos. Ni yo, ni ella, ni él, ni tú, ni nadie podría, ni siquiera la significancia de dios en un muro que da la piedad en los ojos de una desgarrada conciencia asesinada por la violación de una de sus letras enamoradas. Así entonces ¿Cómo Gil de Biedma decidió no volver a ser joven habiendo tanto que hacer y  tanto que seguro no hizo por equivocarse cada tanto? Y si la vida va en serio y no se atreve el tonto a notarlo por miedo a una revocación cuasi infernal y abrumadora que esconde la sustancia de un adiós, de un beso, de un saludo de amor, de una mano rozando a otra por el mero placer de hacerlo, de unos labios improvisando una visita a otros por que ya estaban ahí, por que no había más que hacer.

Porque al final yo estaba tan irremediablemente triste que nada de lo que pasara en el sitio en el que estuviese valdría  suficiente la pena para enamorarse de ésa y esconder el alma en un suspiro de vejez de la noche. Al final estaba yo tan triste que cuando mire hacia el suelo pude respirarlo como quién respira el infierno en una botella desalivada  con el rostro vacío de llorar. No podría, yo, escribir versos tristes, pero qué triste estaba;  y qué amor respiraba del mundo. Como la madre al sonreír al fracaso de un hijo, como las aves dándose de picotazos en el suelo lleno de manchas, como la de las maravillas sonriéndole a la mirada de un idota deforme, como yo y otro mareándonos a propósito en una rueda fortuna que no hace girar a nadie ni a favor o en contra del reloj, ni a favor ni en contra del tiempo… entonces me pone triste otra vez. Qué vacío el mundo si lo miras desde el fondo de una pila llena de recipientes que ya no pueden contener más que el aliento de un hombre cansado de repetir.

1 comentario:

Consolation Des Arts dijo...

Lo que pueda decir, no importa, pero quiero decirlo. Esas cosas...puedo ver fragmentos (yo, yo, yo los veo y no me importa que no sea así), pedazos de tristezas que no sienten como debería, la vida que no se acomoda a la figura, la escenografia que no acaba de gustar.. lalalalala...sus letras, letras que molestan, que no se pueden leer en días como hoy (diría que son como agujas a la cotidianidad,a la comodidad, a que todo va a salir bien, pero a mí me gustan las agujas, no puedo utilizarlas o quién sabe igual y me quedo con los hilos de telarañas jaja)...cambio de página...