Para Sagrario, ahora que está más
cerca.
Había yo jurado que te comerías el
mundo mientras los demás dormíamos horas extras, mientras tus papás te cuidaban como a su niña
y tus tías te preparaban una fiesta, imaginaba a tu abuela cocinando para
todos, para celebrarte alguna cosa que sólo tú podrías lograr. Ay niña, tan tranquila, sonriente, la más inteligente de tu
mundo y seguramente la más feliz de todas.
Nos dejaste con el desconsuelo de ser lo que nunca fuimos y de no poder ser nunca lo que fuiste tú.
Pero no eres, Yayo, lo que fuiste
antes, hoy eres lagrimas, inciensos y flores, mañana serás tristeza y después serás el aire y las hojas que caen
en el otoño y se levantan en primavera
para festejar la cercanía del sol, serás la música de la naturaleza que ya es
toda tuya como los corazones que dejaste
solitarios por momentos; ahora que todo es tuyo, linda, qué cosa les
dejaste a los otros, a los que no pueden resignarse a vivir sin ti, debes
decirle, por lo menos a tu madre, que no
decidiste tú estar tan cerca de la
tierra; que no decidiste, tú, unirte a
todas las cosas que el mundo guarda misteriosamente. O dile lo contrario, niña,
que te cansaste de lo violento de la vida, que elegiste, aunque mucho nos pese,
despegarte de la pobreza de la existencia, pero dile algo para que no crea que la dejaste con mala fe, que no sabes hasta cuando, ella, va esperar
tu regreso.
Yo no discuto tu partida, entiendo que la muerte no es muerte, que lo
tuyo fue un cambio que nada tiene que ver con dejar de estar acá. Envidio tu
estado, Yayo, porque no eres una sola cosa sabiéndose muchas eres, más bien,
todas las cosas sabiéndose una. Cada rosa en los jardines y cada nube de los
cielos, cada lago y cada pez dentro del
agua, el rojo del atardecer y el verde de los pastos, la melodía en la canción
de un ave y la voz de los cantos enamorados, el perfume de los bosques y la esencia
tranquila de la llovizna. Como todas las cosas están llenas del aura que
irradias, es posible abrazarte en cada acto de los días, es posible que tu
sonrisa sea la misma que un hueco azul entre dos nubes grises y que tu mirada
se la del rayo de luz que llega del sol mientras la sombra de los montes nos cobijan.
Perdóname a mí, yayo, por no
escribirte cuando podías leerlo con tu propia voz, pero es que prefería ver tu sonrisa interminable que arruinarla escribiendo algo que, como
este mismo texto, no se compara con la belleza de tu alma.
David Navarro
3 comentarios:
Y como puedo contactarlo joven David Navarro, =P, ecrurenda@hotmail.com
Bello y triste, sin palabras...
Gracias, man!
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