Enumerar las cosas que haces, que eres, no dice nada a la
pregunta ¿Qué putas hago? La lista de cosas que no puedo hacer ofrece
una buena respuesta pero igual de incompleta, lo ideal es juntar en una larga enumeración todas las
cosas que eres con las que eres incapaz de hacer; esta cosa del todo y nada o de
lo posible y lo probable.
Yo, por ejemplo: Soy un imbécil, de
entrada, y todo lo que hago es un esfuerzo inmenso por no parecerlo, no lo
logro. Tengo 27, bebo diario pero no puedo ser un alcohólico porque al tiempo
soy más o menos responsable, están a punto de publicarme un artículo más o
menos filosófico en una revista y creo que hasta mi foto pondrán. Estudio para
no enfermarme, ahora a los clásicos y me enfermo aún así irremediablemente. No puedo llevar una relación satisfactoria por
un lastre emocional del cual no quiero-puedo despegarme del todo y escribo para mí como a los 15 para no sentir
que hablo solo. Tengo suerte en dos o tres cosas y las chicas a veces se
aparecen con una sonrisa coqueta debajo de la nariz y una vertical debajo de la
cintura: ambas encantadoras.
Vivo con mi mejor amiga y dos postadolescentes
que no son lo que yo era a su edad pero seguramente son mejores. No puedo evitar hablarles como papá pero no
tengo calidad moral para hacerlo. Uso sombreros casi todo el tiempo porque no
puedo exponerme al sol. Vivo en una ciudad que desconozco y me trata mal y yo
quiero estar en ella, es como cualquier mujer mandona. Peleo por el teléfono
con mi ex casi todas las noches porque no se explica que no le haya rogado más. Yo le escribí un soneto diario
durante 3 meses y me metí con 16 para olvidarla. Como dije hay cosas que no
puedo hacer ni haciendo las que puedo.
Los lentes que uso ya no me sirven,
ni unos ni otros, con unos ya veo borroso y con los otros sólo no veo. Debería estar haciendo una investigación
sobre Augusto pero prefiero escribir sobre la nada mientras bebo. Me cortaron
la lengua hace unas semanas y me siento igual, me sacarán unas muelas pronto y
seguro seguiré siendo lo que soy. Nunca recuerdo si Tomás cree que los
accidentes modifican la esencia, no recuerdo si Agustín lo mencionó alguna vez.
Ya no cito autores griegos porque entiendo que leerlos en español es una
pérdida de tiempo así que aprendo griego antiguo por pasatiempo y disciplina.
Admiro a mis profesores por lo que
son más que por lo que saben y admiro a mis padres por lo que han dado que por
lo que darán... y es todo lo que diré sobre figuras de autoridad.
Me toma 32 minutos hacerme el bigote
y generalmente queda chueco, toco guitarra con David para sentirme músico
aunque no pueda alcanzar notas con mis dedos que sólo sirven para dos cosas. Me paro frente a Bellas Artes cada que puedo
porque tiene un “yo no sé qué”. Cuando
hago las compras pienso en mamá e inmediatamente después le escribo una carta que no puedo enviar. Evito
llorar con películas tristes y me enamoro de los árboles que son más bellos que
una flauta transversal. Pienso en la antípoda respecto a la música cada que veo
mis pies y no paro de pensar que puede explicarlo todo.
Escribo porque creo que me leen...
Soy un imbécil, es cierto, y miento
cada 12 minutos según las últimas estadísticas. Hago sonreír a alguna no sé bien
porqué. De las cosas que hago y las que no
puedo aún juntas no responden satisfactoriamente a nada de las preguntas que
pueda hacerme. Soy viejo para tener dudas existenciales y joven para
responderlas. Mejor me olvido de mí
siendo otra cosa, la que los reflejos me dicten según el caso. Los ojos del
cielo no ven sino al mar y acá no existe. El viento es un juguete que los
dioses no regalan a cualquiera.
Si tuviera que elegir lo de antes o lo de
ahora seguro no me quedaría con nada, todo es sustituible cuando te quitas de
la sobriedad. Es como escribir por encargo o por amor, ambas cosas eres y sólo
una al tiempo. Ojalá fuera todas ahora y ninguna para no ponerle nombre a las
imágenes que desdibujan el tiempo.
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