viernes, 16 de abril de 2010

De aquel contacto que no se ha de repetir.

Fragmento. (Escritos, en algún Lugar)

En honor a unos labios y a su espíritu.




Este dolor en la parte de atrás de la cabeza; luego de pensarte, es como ese viejo temor a la sonrisa de lejana proyección. Hoy teniéndote en el inmenso mundo y en el terrible suelo que nos dejo separados; me derrotó la pasión por escribir algo más que la razón de un hombre débil y sin las fuerzas de otros tantos. Hoy que te fuiste... pareció tan distinto que pensé en el elemento incompasivo de lo inmaterial.
Resiste en viento y en todo tu centro,
El tiempo es de otros y pocos lo sienten,
Rompe el cáliz de fina sustancia,
Muestra el instante de poca importancia.

Una breve moneda de cambio
Te espera sonriendo a placer y se va,
Cientos de fríos sonando
Resuelven el parto y limpian la sal,

Y entiende el mensaje que en todo momento
Se ríe de todos y luego se va;
Corta de aquí el tormento.
Y encierra en mis ojos tu oscuridad.

La certeza de los hombres, sobre mí en cuanto a ti, es tan cierta como sus miradas penetrando en el espíritu de unión que nos ha quedado marcado como imposible, muerto y torturado por quienes propiamente lo intentamos construir.
Me vence el pensamiento de no poder esconder en la punta de un alfiler, la sustancia de fríos olores que se escapa del vientre mental de tu más elemental cualidad espiritual. Reflejar en palabras el estado de cosas es un momento de violencia y de ensimismamiento patético... te reflejo entonces en una negación de la inocencia que queremos ver todos.
Sois un demonio y mereces la vida para vivirla, y deberías vivir para siempre para no reencarnar como otros... para que no quede nada mas, ni nada menos, ni alguna otra cosa, ni ninguna otra que no sea la misma que no es ajena ni a si misma... ni a otra. Esa sangre que parece tan estúpidamente derramada es el símbolo de una pureza que ni tú te conoces, ni yo ni nadie... pero todos son los mismos, y nadie es otra cosa, excepto tu demoniaca figura de rosas y rojos, y voces y fuegos.

A la memoria de ese instante y de otros más, la tumba de los llantos es la casa de los viejos adornos de coronas y bastones; de vacios y de las ultimas condenas de los hombres que, sin honor; miraron lo que veo hoy sabiendo que nunca se repetirá, pero siempre ardera en el punto intermedio de nuestras almas y en el de nuestros ojos que al cerrarse marcaran la caída también, de nuestros cuerpos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Leerte es reencarnar mil veces en aquel momento, en aquel lugar que no se ha de repetir.
Bello leerte, y con eso me quedó♥

David Navarro dijo...

Te agradezco en todo lo que vale que me leas...
Reencarnar, para bien o para mal, a veces vale la pena.
¡Un Saludo!

Anónimo dijo...

No cuando se parte el alma en el recuerdo.