sábado, 11 de septiembre de 2010

Cómo de niño.

A los que dejo abajo.
Ya no hay ni un solo momento en el que pase por mi cabeza la sensación de infantilidad que solía estar en mi corazón en cada uno de los instantes  de mi existencia.
Salgo de un bar de la sexta, demasiado pop para mi, demasiada gente, demasiada pretensión. Yo no lo digo, pero me levanto y me voy, no le doy la mano a nadie ¿para que? Camino y subo a la revolución, todos los sitios iguales, la gente también, iguales. La gente nueva se mete a sitios viejos y baratos. La gente vieja ya no tiene a donde ir. Yo ya no estoy en ningún sitio, y a ninguno pertenezco, debe ser la edad; esa no perdona.
Veo a todos lados mientras paso por la avenida, antes solo miraba al frente, era demasiada tentación ver a otro lado sin ser capaz de pagar por lo que te ofrecen, hoy aun no tengo para pagar pero tampoco tentaciones, ni siquiera la de ver a una chica y acercarme, por hoy una figura puede llenar toda tentación, mañana no importa. Creo que si aun fuera uno de esos niños que no pisan las líneas en las banquetas; todo eso me parecería una normalidad que en algún punto de mi vida tendría que conocer.
No se en que momento deje de pensarlo y me convertí en lo contrario a lo que debiera. La gente a la que, por alguna razón, le gusta que le llamen rara o extraña, generalmente disfruta de momentos y estados como este; en los que pareces un inadaptado que prefiere dejar de participar en la unanimidad social. Por mi parte pienso enteramente que no es algo disfrutable,  representa  una incapacidad de aceptación de algo que por naturaleza te hace parte quizá en una mediada absoluta.
No es necesariamente, que quiera verme como los tipos esos que están parados frente al Rancho Grande  uniformados sin necesidad y con aretes en los mismos sitios, ni tampoco pretendo ser un tipo parado al lado de una Harley  con cuero por todos lados escuchando rock clásico en alguna parte de la avenida. Pero bien podría permanecer al lado de mi grupo  de amigos que si bien no están del todo a gusto permanecen ahí por que al final estar juntos es lo que importa. Quizá sea eso, me voy sin despedirme efusivamente para no arruinarles la fiesta a quien se quede pensando por que es que me voy tan arrebatadamente. Las cosas siempre son tan sencillas para mí, puedo caminar cuando me enfermo de un sitio, pero a veces, como hoy, quizá me enfermo de caminar y me siento en la banqueta  a esperar el taxi, y no lo disfruto. De pequeño siempre desee situaciones como esta; de noche en la calle, solo y sentado en un sitio como los grandes personajes de las películas americanas o las caricaturas japonesas. Pero hoy eso ya no es lo que pensaba que seria, ahora representa una inmundicia vivida por mera acción de merecer. Un alivio, tiempo de subir al taxi.
Esos taxis de ruta representan una forma en la que la humanidad siempre puede cooperarse y a la vez estar de acuerdo en el acto en si. Puedes pasar horas esperando a que el taxi se llene y no te vas por que estés harto de esperar ni por nada mas. Creo que hay múltiples razones y creo también que todas son validas. Es relativamente barato, por lo menos respecto a los taxis libres. pasa por las zonas  mas seguras posibles, no vas solo en al auto con un chofer desconocido y además solo piensas en llegar a casa. Sin mencionar que tienen sonido incluido.
Soy el ultimo en subir. Me toca el peor lugar… el segundo del lado de la puerta en el ultimo asiento, eso significa que no estas recargado y que tus piernas permanecerán unidas por las rodillas todo el camino. Pero lo acepto, pues lo importante para todos siempre es llegar a casa para darte cuenta de que estabas mejor fuera. Y comienzan hablar, de su trabajo, dos tipos. Hablan de jamones y de  quesos, y lo hablan como si fuera lo mas importante en su vida y como si en ese empleo; hubieran llegado a la cúspide de su realización humana. Un carnicero del Soriana y uno del Calimax. Ambos demostrando sus capacidades especiales en la venta de salchicha y la atención a clientes. Supongo que de niño eso era una situación que había que admirar, y que por supuesto representaba la dignidad y la vida misma de los hombres, tal como mi padre me enseño. Pero ya hoy no puedo sentir eso creo que debe ser por mi inutilidad laboral o por que realmente no me parece algo admirable. Pero hablan y hablan y al final, entre tanto y tanto, dejo de escucharlos.
A la distancia el sitio donde debo bajar. “en el puente” le digo, pero siempre me dejan antes, y esta bien por que da igual, el camino es el mismo. Bajo y camino hacia mi casa. Viernes por la noche; las calles vacías y de vez en cuando un Honda con un montón de imbéciles adentro. No importan, eso ni siquiera de niño lo admiraba. Doy el último paso fuera de casa, ahí termina mi enfermedad, pero comienza alguna otra cosa. Abro la puerta, los perros me reciben, los pateo por mero instinto, y se van. Entro a mi casa enciendo la computadora para buscar a la chica que me saca de mis males. Y escribo esta cosa.
Después juego con el capo de mi guitarra que siempre esta ahí frente al monitor, lo hago subir y bajar, de lado a lado, y lo veo y pienso algo que pensaba cuando era niño. Sonrío por que  me creo  un niño de nuevo; y pienso entonces que en ese capo está el hombre que ideo la utilidad de ese objeto,  pero pienso también que está el que maleo el metal y lo construyó, y el que diseño esos extraños tornillos y  también quien lo ha usado, y pienso entonces que también yo estoy en ese objeto. Me siento aliviado. Al final, aunque la vida sea inútil respecto a conseguir algo luego de esta, quizá somos parte de todas las cosas y las habitamos eternamente… como lo creía de niño. Tal vez  así, en algún momento, pueda permanecer en todos lados, incluso en esos en los cuales no puedo adaptarme por mera decisión.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

ya estas como la ozi, cuidado, carnal!!!! xD

David Navarro dijo...

naa, lo ozi no escribe asi ajajajaa

este es un texto feliz, ademas.

Svart Natt dijo...

la felicidad y la ozi son solo dos manifestaciones de la misma cosa.. todos los extremos se cochan :X

David Navarro dijo...

dimelo a mi. y carnal, en todo cazo, nada de esto tendria sentido, ni siquiera escribir algo en particular. todos somos ozi y no.
bah. entonces no hay ofensa, ya me aguite.

David Navarro dijo...

perdon por las faltas sobre todo en el cazo. jajaja

Consolation Des Arts dijo...

jajaja es por tanto poner ozi...se pega la "z".
Queridos, yo ya no escribo, Gretchen ofreció su cuello al verdugo...jaja adoro ser un mal ejemplo, burdo y vulgar, al que nadie se quiere parecer, pero se tiene que reconocer que también hay ratos...Esto es terrible...

Iba poner otra cosa, precisamente sore lo que escribió...pero, me arreepentí...No quiere pelear ahora...
Saludos...A usted y al querido anónimo...

Anónimo dijo...

ozi, ya callate :)

Anónimo dijo...

volver a la infancia, a veces yo también la anhelo pero se aleja y con la distancia se va revirtiendo cada vez más de lo sagrado

David Navarro dijo...

Quizá sea un acto puro regresar, por eso sea una ardua tarea. A veces uno vuelve de pronto y se le va el trance luego del asomo de la responsabilidad. Recuerdo que mis pensamientos eran más lucidos cuando niño; no había dudas.
Un saludo.