lunes, 27 de junio de 2011

Cuatro párrafos y un soneto de autoexilio.

I

Hay que sanar las heridas desde el cielo,
arrancar las bendiciones,
condenar al fuego el aliento entrecortado,
abusar del instante, de los olores.

Meterse a la cueva del desprecio,
con los que se comparte el mundo,                       las yagas;
llegar como loco, ahogado, sediento,
mutilado del alma pero con calma.

II

¿Qué con esconderse en la propia piel?
¿Con someterse, el hombre, a sí mismo?
si en su abismo la mujer se hizo miel;
figura que se escurre, un espejismo.

Si los enemigos se han vuelto amigos,
si el rostro ya no le parece humano,
si en vano va cobrándose castigos
que con sangre se escriben en su mano.

Debe separarse del mundo, entonces,
esconderse en su pago de intereses,
volcarse con su vida a la muerte.

Cerrar los ojos para ver adentro,
darle suerte a la suerte de la suerte,
suficiente, para encontrar su centro.

III

Un ojo tragaluz de luna entre las piedras,
iluminación sin rumbo, desparpajada,
una sonrisa curvada en el suelo,
marcada sin dolor sobre las rocas.

La mano de una niña sin velo
mostrando su carita enojada,
hermosa como el canto de las ranas
cuando el hombre las escucha sin mirar.

1 comentario:

Consolation Des Arts dijo...

Y...palabras que se despiden, esperando regresar...mareo...marea-mar...y después????????