lunes, 20 de junio de 2011

Mañanas.

I
Cada día amanece un poco más tarde,
el sol se ve más fuerte al salir,
pero sale tarde; 
a la hora de despertar está hirviendo el aire,
y las hojas de los árboles se ven tostadas
por los rayos que  caen de entre las nubes del verano.
Antes no veía esas cosas, prefería los espejos,
ahora ya no hay nada que ver ahí. 
Así que salgo a la calle a ser como la hoja del higo,
o de la enredadera, 
o como las pequeñas hojas del árbol de granadas
que cada vez es más viejo y delgado.
Las aves del paraíso, no vuelan ni cantan,
se quedan quietas  viendo hacia el frente,
como queriendo llegar, con los ojos cerrados,
al otro lado del viento.
Los árboles ya casi caminan,
Se acomodan entre los edificios
porque a veces no aguantan; 
y tengo que ir por ahí, caminando,
persiguiendo las sombras que van dejando
mientras huyen de la luz.          

3 comentarios:

.Maritza Faridy. dijo...

Me encanto leer a las aves del paraíso.

i*- La que canta con Lobos dijo...

Me resulta muy emotivo, y además familiar, todos alguna vez hemos sentido cosas que sienten los demás :) Enhorabuena por el blog, y un gran saludo desde Luz y Penumbra! ^^

David Navarro dijo...

Les agradezco en todo lo que vale, gracias por entrar acá y leer. Saludos!