A quien corresponda,
Por las noches porque duermo y la cabeza se me
muere, porque ya ni para soñar me sirve. No
me culpes, me hicieron leer demasiado como para que mi cerebro funcione
sin ayuda externa. Trato de recuperar mis pensamientos porque al final son más
efectivos que el cuerpo. Verás, el amor y la lectura son ambas contaminaciones
del alma, te la acaban pues. No digo
estas cosas para disculpar mi estupidez, juro que intento exhibirla lo más que
puedo porque de alguna manera han de identificarme. Lo que digo es que por las
noches si pienso me duermo, de pronto ya no estoy así que se pasa y ya. La cosa
es que es dificilísimo sobrevivir las mañanas, porque se sabe que hay que durar todo el día de pie, además hay mucho tiempo que sirve para pensar en
absolutamente nada. Las horas libres, la hora de comer, el camino al trabajo o
la casa, mientras escuchas a alguien el cual su plática te importa un carajo.
En fin, escuchas, esperas, caminas, lees y todo eso te hace pensar en la medida
del cielo, en el sentido de la música, en el color de las cosas, en el vacío,
en lo oculto, en el amor y en las 7 formas de morir dentro del cuerpo mismo.
Es imposible, la razón es que uno acostumbra
muy fácilmente a las cosas buenas, a la buena comida, a la buena bebida, a la
buena música y sobre todo a la buena compañía; todas estas cosas no se pueden
dejar de pronto, es imposible pasar del Daniels a los tragos amargos que entran
y salen amarillos del cuerpo. Pero es que al principio el entendimiento no
alcanza... por lo menos no a mí pero, como dije, a mí la cabeza me sirve de poco y ésta es la prueba; aún después de saber no acabo de entenderlo y me esfuerzo
porque lo hago hasta para respirar y aún así no llego a comprender. Pero capto
la forma aunque el fondo se cuelgue de mis pestañas y se tambalee como burlándose, como riéndose con la risa
que le enseña la costumbre, la propia. El entendimiento es un maldito, es
una enfermedad no contagiosa.
Justo ayer estaba pensando si las razones por
las que uno actúa o deja de actuar en realidad son tan importantes, en decir,
si lo que uno dice cuando lo dice o hace cuando le toca vale la pena lo
suficiente para mostrar el alma (o anomalía) que a uno le corresponde. Yo no
soy lo que hago y con trabajos soy lo que digo o escribo, los crucigramas, la voz
que se entrecorta y los retruécanos que llenan los ripios que pongo para no
enfermarme, como siempre, de nada valen. Es necesario medir el desperdicio por
medio del tiempo que, aunque ilusión, lo dejamos ir como agua entre los dedos,
somos lo que edificamos para los otros, así que no soy nada, después de haberlo
construido todo para que tus ojos lo
vieran crecer y morir antes de lo pensado.
Yo pienso de esa manera porque en primavera me vuelvo un poco lento y a
veces no se me quita hasta el otoño, para las épocas navideñas estoy lo
suficientemente acabado como para festejar. Por suerte esos días no tienen mañanas, son largas
noches frías para dormir luego de beber. Así que no me asusto, quizá lo digo con más fe que los rezos que te
escuchaba; pero pienso que los días oscuros en los que el otoño se convierte en
el hielo que inicia el ciclo de un nuevo dolor han de venir ya sin la
desesperanza de soportar las horas de un día nuevo pensando en lo terrible que
es no ser quien calle la gota que cae del lado derecho de la cama que te carga
al dormir...
La mosca que maté en la cocina por la mañana
fue la misma que durmió bajo tus manos por la noche. Así es como pasa por las
mañanas el pensamiento; como un periódico que golpea la frente hasta caer
dormido muchas horas después.
Como dije: acá por las noches no, pero por las
mañanas no hay manera de evitarlo. Por las noches porque duermo y olvido, pero
las mañanas son largas y huelen a espacios vacíos.